Irlanda, México, Chernóbil… 36 años después, la leche radioactiva vuelve a las noticias

Después del accidente nuclear de Chernobyl, en abril de 1986, la nube radiactiva afectó a extensos lugares de Europa. Esta radiación impregnó los suelos y las plantas, y terminó en los organismos de los animales de granja en varios países europeos. 

Uno de los países afectados fue Irlanda. Este país vendía leche en polvo a México desde los años 70, normalmente destinada a los programas de alimentos subsidiados para las familias de menores ingresos. 

Tras el accidente de Chernóbil comenzó a circular la sospecha más que razonable que tanto la leche irlandesa como otros productos europeos podían estar contaminados y que, en el caso concreto de México, se estaban dando a las familias más pobres.

En aquel momento hubo una amplia investigación que determinó que, efectivamente, una parte importante de la leche en polvo que compraba México a Irlanda estaba contaminada, que se habló de la posibilidad de mezclarla con leche no contaminada y que incluso se intentó vender a otros países. 

La investigación, compilada en cinco tomos,  involucró esfuerzos de una decena de organismos oficiales de México, incluido el propio programa de distribución de alimentos, la agencia nuclear, ministerios y demás. 

Al mismo tiempo, diversas denuncias periodísticas recogieron testimonios y pruebas de personas en distintos lugares de México que presentaron problemas de salud después de consumir la leche subsidiada, aunque la conexión entre ese consumo y los problemas de salud nunca fue establecida de forma independiente.

¿Y por qué vuelve a estar esto en las noticias a pesar de que ya transcurrieron más de tres décadas? Bueno pues porque recientemente una periodista pidió el informe y se negaron a entregárselo con una excusa burocrática. 

El caso fue llevado a la agencia encargada de garantizar el acceso a la información, y esta determinó que la Secretaría de Salud Pública, equivalente al ministerio de salud en otros países tiene que entregar el informe y hacerlo público. 

Lo que hace sospechoso todo el asunto es por qué se intenta esconder un informe de cosas que pasaron hace tanto tiempo y que, supuestamente, fueron investigadas de manera exhaustiva. 

¿Se intenta proteger a quienes tomaron las decisiones en aquel momento o a quienes se puedan haber beneficiado económicamente de toda la operación?

Pero este tema no va a resonar sólo en México, porque hay un detalle más. Ni Irlanda fue el único país europeo que vendió productos que se sospechaba radioactivos, ni fue la leche el único producto afectado.

Francia, Holanda, Bélgica y otras naciones colocaron en los mercados internacionales avellanas, carne y hortalizas posiblemente contaminadas, e incluso ofrecieron estos productos como ayuda humanitaria a países de África donde la gente estaba muriendo de hambre. 

Si finalmente se hace público el informe en México, cabría esperar también que haya algunas preguntas incómodas de este lado del Atlántico.

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