Las vacas protagonizan el debate sobre la reducción de emisiones en Irlanda
“En Irlanda hay más vacas que gente” es una de las frases que se dice con frecuencia para describir al país. ¿Cuántas más? Pues una vez y media más que el total de la población: 7,2 millones de vacas.
Irlanda, de hecho, se precia de la calidad de su ganado vacuno, sus carnes y la excelsa calidad de sus quesos, mantequillas y otros productos lácteos. El problema es que las vacas son, también, un desafío ambiental.
De hecho, el 33% de las todas las emisiones de CO2 relacionadas con la ganadería son producidas por vacas lecheras. La mayor parte de esas emisiones (85%) salen de los cuerpos de los animales cuando rumian.
Las metas ambientales de Irlanda establecen que las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero derivadas de la agricultura deberán reducirse en 25% para 2030.
Lógicamente, la inquietud se centra en el sector dentro de la agricultura que produce la cantidad más alta de emisiones: millones de vacas lecheras rumiando al mismo tiempo.
Esta lógica ha motivado todo tipo de reacciones. Los ganaderos dicen que se les culpa a ellos (y sus animales) mientras se instalan grandes centros de procesamiento de datos en Dublín y otras ciudades, con altísimos consumos de energía.
Otras reacciones se han dado desde la ciencia, con búsqueda de nuevas cruzas que mejoren el rendimiento (para producir la misma cantidad de leche con un número menor de animales), hasta quienes proponen enmascarar a las vacas para recoger el metano y otros gases directamente en la fuente.
También se ha sugerido cambiar los fertilizantes que se usan en el campo, extender las áreas de pastoreo, y la solución que menos defensores tiene: sacrificar animales directamente.
Es un debate intenso, con fuertes tintes políticos, no solo internos sino también afectados por la relación con el resto de la Unión Europea, que, de momento, no parece haber conducido a un consenso.
Por otro lado, si la meta es 2030, tampoco hay demasiado tiempo para poner en marcha las soluciones que hacen falta. Es decir, lo que se vaya a hacer, tiene que hacerse ya.
Mientras tanto, 7,2 millones de vacas siguen pastando en las verdes colinas de Irlanda, ajenas al intenso debate que han provocado, rumiando tranquilamente.